El aliento de un vasallo llamado D. Rodrigo Díaz de Vivar fue premiado con la victoria de una de las batallas más decisivas y fratricidas de la cristiandad, era el momento de que en Golpejera sólo quedará un ganador, leoneses-gallegos y castellanos protagonizarán el choque dónde literalmente sólo puede quedar uno para llevar las riendas.
Corría el año 1.072 y a lo largo del ancho llano que formaba la Vega del río Carrión, muy cerca de Carrión de los Condes, hacía mucho frío, era un 12 de enero, mucho frío que hoy revivimos en este recuerdo, porque las tierras palentinas saben bien lo que es el frío del día y la helada de la noche en invierno.
Durante todo el santo día, sin cesar un solo minuto, por un lado batallaba Alfonso VI con sus hombres leoneses y gallegos, entre lanzas y espadas al otro lado estaba Sancho II con los castellanos.
Se jugaban literalmente el reino y los hombres que combatían, bien lo sabían, por lo que fue un encarnizado combate que ni la muerte era capaz de parar, hoy sabemos que por aquellos lares existe un lugar llamado Matanza, posiblemente en recuerdo de aquella cruel batalla.
Atardecía y los leoneses iban ganando, Sancho II veía como su ejercito diezmado comenzaba a disgregarse y huir sabedores de que la derrota era inminente.
Alfonso VI no remató la victoria y permitió que Sancho II se retirada con sus maltrechos hombres, no olvidemos que además de ser reyes hermanos eran cristianos, por lo que seguramente no deseaba aniquilar a los castellanos ya que en esos momentos comenzó a soñar con un reino que aún no había ganado.
Caía la noche fría en el campo de batalla, el olor a muerte se mezclaba con el vino para celebrar la victoria y seguramente Alfonso soñaría con su entrada triunfal en Burgos para convalidar un Reino de León tan extenso.
Sancho por su parte estaba hundido, su ejercito había perdido la batalla y ahora andaban sus hombres desperdigados y asustados, pero a su lado estaba D. Rodrigo un vasallo que no paró de darle aliento continuamente y asegurándole que su exilio nunca llegaría mientras él aún pudiera asir su espada.
Rodrigo el Cid era conocedor de que los leoneses pasarían la noche celebrando su presunta victoria y que estarían bebiendo y contando lances de la batalla hasta altas horas de la madrugada y que bajarían la guardia de su seguridad, así que le convenció a Sancho de que aún había una posibilidad de victoria.
Rodrigo y Sancho consiguieron reunir a sus hombres durante la noche fría y helada que testificaba el río Carrión ese día y el aliento de un vasallo a su amigo el rey cambió el desanimo de tal manera que nada más asomar el día, lo que quedaba del ejército castellano cayó como un huracán sobre las huestes de Alfonso VI consiguiendo una de las victorias más importantes.
Sancho apresó a su hermano y lo exilió al reino de Toledo que aún pertenecía a los moros, lugar dónde sería bien tratado pues le debían una hospitalidad obligada.
Como podemos comprobar una vez más, D. Rodrigo Díaz el Cid era un hombre que no se hundía fácilmente ante la adversidad, frío y calculador cuando el momento lo requería y gran orador que con su aliento de vasallo convenció a un rey de que nada aún estaba perdido, siendo mejor morir que perder y así Sancho II de Castilla se fue con esta victoria a León para ser rey de Galicia, León y Castilla.
Durante todo el santo día, sin cesar un solo minuto, por un lado batallaba Alfonso VI con sus hombres leoneses y gallegos, entre lanzas y espadas al otro lado estaba Sancho II con los castellanos.
Se jugaban literalmente el reino y los hombres que combatían, bien lo sabían, por lo que fue un encarnizado combate que ni la muerte era capaz de parar, hoy sabemos que por aquellos lares existe un lugar llamado Matanza, posiblemente en recuerdo de aquella cruel batalla.
Atardecía y los leoneses iban ganando, Sancho II veía como su ejercito diezmado comenzaba a disgregarse y huir sabedores de que la derrota era inminente.
Alfonso VI no remató la victoria y permitió que Sancho II se retirada con sus maltrechos hombres, no olvidemos que además de ser reyes hermanos eran cristianos, por lo que seguramente no deseaba aniquilar a los castellanos ya que en esos momentos comenzó a soñar con un reino que aún no había ganado.
Caía la noche fría en el campo de batalla, el olor a muerte se mezclaba con el vino para celebrar la victoria y seguramente Alfonso soñaría con su entrada triunfal en Burgos para convalidar un Reino de León tan extenso.
Sancho por su parte estaba hundido, su ejercito había perdido la batalla y ahora andaban sus hombres desperdigados y asustados, pero a su lado estaba D. Rodrigo un vasallo que no paró de darle aliento continuamente y asegurándole que su exilio nunca llegaría mientras él aún pudiera asir su espada.
Rodrigo el Cid era conocedor de que los leoneses pasarían la noche celebrando su presunta victoria y que estarían bebiendo y contando lances de la batalla hasta altas horas de la madrugada y que bajarían la guardia de su seguridad, así que le convenció a Sancho de que aún había una posibilidad de victoria.
Rodrigo y Sancho consiguieron reunir a sus hombres durante la noche fría y helada que testificaba el río Carrión ese día y el aliento de un vasallo a su amigo el rey cambió el desanimo de tal manera que nada más asomar el día, lo que quedaba del ejército castellano cayó como un huracán sobre las huestes de Alfonso VI consiguiendo una de las victorias más importantes.
Sancho apresó a su hermano y lo exilió al reino de Toledo que aún pertenecía a los moros, lugar dónde sería bien tratado pues le debían una hospitalidad obligada.
Como podemos comprobar una vez más, D. Rodrigo Díaz el Cid era un hombre que no se hundía fácilmente ante la adversidad, frío y calculador cuando el momento lo requería y gran orador que con su aliento de vasallo convenció a un rey de que nada aún estaba perdido, siendo mejor morir que perder y así Sancho II de Castilla se fue con esta victoria a León para ser rey de Galicia, León y Castilla.
Esta vistoria tiene dos interpretaciones una la que le das tu,muy buena por cierto y otra que le voy a dar yo.Si el Alfonso no hubiera sido tan benevolo con su hermano otro gallo hubiese cantado y seguro que el resto de su vida se arrepentiria de no seguir la maxima del Jose M que dice: "Si te pones hazlo bien pa ponese y hacelo mal mejor no ponese" es de cosecha propia.
ResponderEliminarUn mal bicho del Sancho diria yo bajo mi punto de vista,le perdonan y todavia toca los eggs.
Abrazos
Querido Gonzalo, los hijos de Sancho dieron mucha guerra, ja,ja,ja pero la historia volvería a cambiar rápidamente, a ver si puedo con ella y os lo cuento.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Poco duró la alegría... una mujer y una puerta de la Traición cambiarían la historia.
ResponderEliminarUn abrazo que me tienes enganchado.
Cierto Javier y ahí está la continuación ;-))
ResponderEliminarUn abrazo.