Tengo la difícil tarea de definir, sin caer en tópicos, al progresista y su papel en este siglo XXI que ya empezamos a madurar, pasada su primera infancia. No es fácil porque a priori -y el soporte donde lees este texto lo demuestra- tanto avance tecnológico, tanta herramienta 2.0 creo que aún no se equiparan a una mentalidad con la misma puntuación.
Además, seamos sinceros, la izquierda centrista de este país, al menos la que gobierna, no está demostrando ser muy progresista desde que son los mercados y los grandes bancos internacionales quienes dictan el ritmo de su política. Pero me he comprometido y lo voy a intentar. Teniendo en cuenta que, además, ésto lo intenta escribir alguien que, salvo mayor duda, se podría definir como tal. Tentado he estado a abrir algún libro o ir googleando hasta Wikipedia para ver qué significa la citada palabra, pero eso lo dejaré para el final. Qué significa para mí o qué debería ser para mí un progresista a partir del 2011 es lo que centrará mi breve reflexión.
No sé si serán los años pero me parece que el progresismo, hoy, es un estado puntual por el que toda persona pasa en mayor o menor medida mientras que conservadores lo somos todos de manera más habitual. Queremos conservar lo que tenemos, aquello que nos aporta estabilidad, seguridad y bienestar mientras que pretendemos cambiar lo que nos perjudica o mejorar aquello que sea posible. Desde este punto de vista podríamos limitar el intento a lo escrito y terminar aquí el breve artículo que estoy escribiendo.
O bien podemos dibujar un nuevo papel para el progresismo en un tiempo donde tecnológicamente hemos avanzado de una manera desmesurada y extremadamente rápida pero donde, a nivel global, seguimos jugando los mismos papeles de lucha de poder, creando diferencias sociales entre los que tienen y los que no, los que conocen y los que no, los que disfrutan de oportunidades y los que no. El progresismo, hoy, debería ir más allá de un intento de abordar las luchas tradicionales contra los valores establecidos, bien sean por la costumbre, la religión o la normativa, para ir en busca de lo que realmente debe ser su objetivo: las alternativas.
El progresista tiene, como función, poner en duda el orden establecido y buscar nuevas opciones para la sociedad que le rodea. No se trata de cambiar al otro, se trata de dar alternativas al conjunto de otros que componen nuestro abanico de relaciones. A sabiendas de que esa tendencia natural a conservar lo que nos da seguridad, aunque sea aparente y sólo se componga por una serie de creencias inestables, se organice en un fuerte rechazo a cualquier tipo de cambio como los que el progresista debería de buscar.
Un progresista hoy no es alguien situado ni a la izquierda -ni mucho menos a la derecha- ni tan siquiera al centro del arco de ideologías políticas habituales. Ha de ir más allá, en busca de puntos de encuentro, de consenso. Porque eso es lo diferente. Estamos, seguimos anclados en una lucha de ideologías que sólo conviene y beneficia a los que pelean por los sillones de parlamentos, senados y otras parafernalias públicas. Después de todo, mantener ese teatro depende llevar un plato de potaje a su mesa y la de sus familias. Un progresista quiere alternativas a lo establecido. Y lo establecido hoy es el exceso de normativa y regulación que afecta a la vida del individuo. También es cierto que es dar un exceso de confianza a una sociedad poco madura en los valores cívicos donde, además, pareciera que educamos justo en ésto, en su pérdida.
Un progresista, hoy, inmerso en una sociedad uniformada en valores y en productos consumidos (la industria musical sólo pone en circulación de un 3 a un 5% de lo que se compone, por citar un ejemplo muy de moda -leído en Todo va a Cambiar, de Enrique Dans-), busca las oportunidades que da la diversidad, lucha contra los estereotipos del bipartidismo que afecta a todos los ámbitos de la vida. Va más allá de la discusión sobre fumadores sí o fumadores no, sobre si cruces sí o cruces no en las aulas de los centros de enseñanza pública... porque entiende que lo novedoso, lo que está más allá de los muros que, en el fondo intentamos conservar con estas estúpidas batallas dialécticas, es aceptarnos y convivir en la diversidad sin sentirnos agredidos ni sometidos al miedo de lo diferente.
Éste es, a mi juicio, el papel del progresismo en el siglo XXI. Entender que hay personas que tienen fe y otras que no, por lo tanto construir puentes y puntos de encuentro para la convivencia. Entender que los hay del Madrid y los hay del Barça, por lo tanto enseñar a disfrutar tanto si el equipo gana como si pierde y ser capaces de tomar una cerveza entre risas y comentarios en el bar, sin tirarnos piedras (por mentar un ejemplo banal pero que será bien entendido por todos).
En definitiva, el progresista hoy busca una alternativa a sí mismo y a las costumbres y hechos dados por buenos en los que está inmersa su vida diaria. Aunque el término aceptado y definido, bien explicado en Wikipedia, lo dibuje de una manera totalmente diferente.
Soy Ángel Cabrera (@artecar24) autor del blog Artecar24 y hoy he querido compartir con Senovilla una nueva experiencia que como siempre espero que nos una aún más en todo aquello que siempre nos diferencia.
Sinceramente creo que el que se sienta progresista en este momento está huérfano de representates.
ResponderEliminarPues una vez leídos a los dos...
ResponderEliminarMe declaro cavernícola en la base (llamo a las puertas antes de entrar, pido por favor y doy las grcias...) pero sin poner fronteras ni barreras al progreso. Pero al progreso con valores morales y éticos y respetando siempre a los demás. Con alternativas, coo bien dices, sin imposiciones.
Excelente. Para reflexionar las dos opiniones.
Besucos.
Creo que no todo es blanco o negro, existen un gran abanico de colores y debemos aprender a coger lo mejor de cada uno, enseñárselo al otro, compartir y recibir, y poder crear una sociedad mejor.
ResponderEliminarBuena iniciativa
Leídos los dos he de decir que me siento tan progresista como conservador. ¿Puede ser eso?
ResponderEliminarYo me reconozco en ese estado normal de conservadurismo que relatas y también en ese excepcional que busca un progreso en un asunto en particular. Así, soy tan progresista como conservador y a la vez me veo partido en dos por culpa de unos políticos y correligionarios que tiran de mis dos mitades para ganarme como trofeo.
Creo, sin duda alguna, que si los dos os presentarais como alternativa al gobierno, tendría muy difícil la elección entre conservadores y progresistas jejeje
Logio, qué razón tienes.
ResponderEliminarAnjanuca, Óscar, si al final me parece a mí que la dialéctica y el combate electoral está muy alejado del sentimiento de la ciudadanía.
Antonio, si ya lo hemos hablado. Rosa Díez no me convence pero el ideario de UPyD que recupera ese centrismo basado en el sentido común y en priorizar la buena gestión. Un lugar que no está ocupando PP y PSOE. Claro que, así son todos los partidos hasta que llegan al poder (¡sic!).
Abrazos y gracias a todos por leerme hoy, por ayer, aquí, en el rincón de Senovilla :)
En el siglo XXI ser progresista, es similar a los progresista del sigloXX.
ResponderEliminarEl NWO es el que nos marca la tendencia a seguir.
En los 70 la moda hippy, después vino el legalizar divorcios
Y abortos para romper familias, y ahora el golpe final es el dividir y reventar a toda nación , cultura y religión.
De hay deducimos que el progre de este siglo:
Ve libertad en el islam, ( ya lo pagará)
Ve normalidad en matrimonios homosexuales, y anormalidad en los heteras.
Todo lo malo lo hace Israel y todo lo bueno palestina.
Franco era un dictador y Castro es un ángel .
No valemos un duro
Un abrazo
Forner, pues yo creo que eso no es progresismo. Eso es más de lo mismo pero con otra etiqueta. Yo me puedo considerar progresista y en absoluto actuar en la manera que lo defines. Para mí conservadores son unos y otros, los que definen de manera unilateral posiciones.
ResponderEliminarAl menos es la manera en cómo lo veo. Ni Franco era el diablo, pero era un dictador, ni Castro era un ángel, pero era un dictador. A mí me da igual desde que lado se ejercía la dictadura. Para mi convicción, AMBOS (perdón por las mayúsculas) son igual de detestables.
Pero insisto, es mi manera de ver, no afirmo ni niego que sea la verdad, sólo mi manera de ver.
Ángel pero el comentario MIO es una pura ironía.
ResponderEliminarYo me quería referir que la sociedad parece estar de nuevo equivocada y en manos de los títeres del NWO
Por supuesto que eran detestable franco y detestable es Fidel, pero a ver como se lo explica a estos rojizos barAtos
Sin iniciativa propia.
Un abrazo.
Para mí, ser progresista es buscar alternativas más allá de lo que hoy se considera adecuado desde el punto de vista económico. Es decir, buscar otro modelo a la tiranía de los mercados, porque está claro que ni traen la felicidad y el progreso a los más pobres, nos hacen consumir como idiotas, enriquecen a unos cuantos espabilados, provocan crisis periódicas que pagamos los de siempre y además amenazan con cargarse el planeta. Este modelo no me sirve. Ser progresista significa no resignarse con lo que hay.
ResponderEliminarSaludos.
¡Caray Forner, que me asustaste con el comentario! jajajajaja...
ResponderEliminarCayetano, me has resumido el artículo en un párrafo. Exactamente a eso es a lo que me refería. Encantado de leer tu comentario.
ResponderEliminarBueno, diría que no importa como es o se define cada cual si al final es buena gente... de todo habrá en cada bando y no por ser de uno u otro deberíamos actuar diferente a nuestra educación o criterio...
ResponderEliminarEn cualquier caso, mi enhorabuena a los dos por las interesantes entradas.
Un abrazo!
Me ha gustado vuestra entrada sobre el progresista y ahora la verdad es dificil ver un auténtico partido progresista. Tienes razón en afirmar que todos lo són hata que les cortan las alas.
ResponderEliminarUn abrazo
Kata, Josefina, casualmente conozco algunos candidatos a las municipales que optan a renovar su cargo. Aunque hay amistad de por medio, cuando hablamos de este tema siento vergüenza ajena. Sólo están preocupados en ganar y seguir en el sillón. Y todo seguirá así hasta que los ciudadanos tomen las riendas de su vida y de su convivencia y manden a freír chuchangas, que solemos decir por aquí, a todos estos ensillonados.
ResponderEliminarEl cambio es lo único que no cambia, por tanto,lo más lúcido es no radicalizarse ni en progresión ni en la conservación, sino manejar ambas posturas que en la interacción no son sino meras herramientas. No conservar por miedo al cambio, a perder poder, a que las cosas no sean como conviene a unos en detrimento de otros. Pero tampoco cambiar por pura rebeldía, por destruir indiscriminadamente, por mera reactividad.
ResponderEliminarCon independencia de cómo se juzguen a los que manejan los poderes públicos, la cuestión es que ellos no son sino un reflejo de las incongruencias de los propios individuos, que se van complicando a tenor de su poder y su nivel de influencia social.
Desde aquí, saludos a ambos y un brindis por la concordia de ambas posturas en la medida que son necesarias.
Como este artículo es de mi amigo Ángel, sólo puedo decir que gracias amigo por haber estado aquí y ya he comprobado que has contestado los comentarios,
ResponderEliminarA todos los que han participado, gracias por estar ahí.
Abrazos