Si algo estremece a los que defienden la libertad de expresión y el pluralismo histórico de como ocurrieron los hechos de nuestro pasado, no es otra cosa que el rigor autoritario para que lo que no gusta sea cambiado de inmediato.
Así se ha mostrado de nuevo un gobierno que sí sabe lo que es el rigor autoritario por mediación del Ministro de Cultura o Des-cultura, vaya usted a saber.
Y es que la historia existió, sí, aunque algunos quieran cambiarla, y ciertamente cada académico le da el enfoque que estima oportuno, eso es lo que conocemos hasta hoy como libertad de expresión. Bien cierto que sobre unos hechos o ciertos personajes se pueden decir mil cosas diferentes, pero siempre por gente que en el uso de su libertad y gran saber, aporten todo lo mejor para entender la historia.
La Real Academia de la Historia sí debe replantearse ofrecer más pluralidad escrita en ciertos personajes que son vistos desde diferentes prismas y si quieren tener un buen Diccionario Biográfico Español, tendrá que revisar esos personajes, que respetando la libertad del académico, sí que pueden mostrar esa versión distinta y plural que nos da una biografía, pues aún siendo pasado todo lo tratado, es una muestra de nuestro presente y el camino a un futuro mejor.
La Real Academia de la Historia, no debe acobardarse y perder ese encanto del pluralismo y libertad de sus escritores que han formado una gran obra con sus aportes, basada en las sensibilidades de su visión libre, digan lo que digan unos políticos que sólo quieren imponer un punto de vista único en la historia, algo que les conviene ideológicamente y resulta deleznable y delatador.
Hace muchos años, allá por 1.904, sería el mes de Mayo, un día 13, en un café tertulia de gente muy especial que debatía hasta casi el amanecer en un café llamado Levante, eran los indignados del 98 la generación del 98.
Allí estaban aquella noche hablando sobre los españoles de la época y un atrevido Pío Baroja dejó una lección magistral en sus palabras sobre las siete clases de españoles que había en aquella España, emulando los siete pecados capitales del hombre:
Estaban primero los que no saben, segundo los que no quieren saber, tercero los que odian el saber, cuarto los que sufren por no saber, quinto los que aparentan que saben, sexto los que triunfan sin saber y por último los que viven gracias a que los demás no saben.
Unamuno y Benito Pérez Galdós aplaudieron a aquel vasco que en tan pocas palabras había definido a la perfección los diferentes españoles que había en aquellos momentos en España.
Hoy por desgracia siguen siendo válidas sus palabras ya que los que viven gracias a que los demás no saben, son políticos y muy a menudo presumen de intelectuales.
Seamos serios Sr. Ministro de Cultura y dejemos que los que saben cuenten en libertad su visión y aplaudamos todos los aportes que en un pluralismo democrático nos enriquezca nuestro mejor conocimiento del pasado, nuestro mejor sentido de este presente y encontrar entre todos el rumbo correcto de nuestro futuro.
las posiciones se extreman, y al parecer no corren buenos tiempos para la libertad..
ResponderEliminarun abrazo,
Los políticos se deben dedicar a eso, a la política y no a reinterpretar la historia según les convenga. Los historiadores, por el contrario, a ser objetivos en sus planteamientos. ¿Qué diríamos de un historiador que por ejemplo hablara sobre Franco y fuera destacado miembro de la Fundación Francisco Franco y además Presidente de la Hermandad del Valle de los Caídos? ¿Nos fiaríamos de su objetividad histórica? Yo, desde luego que no.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo siempre he dicho que es un error intentar comprender o interpretar los hechos y personajes históricos desde el punto de vista actual y, todavía peor, juzgar los comportamientos en función de los valores modernos.
ResponderEliminarNo siempre se puede pero, como mínimo, hay que intentarlo.
Un abrazo
Maslama, Cayetano y Javier, gracias por vuestros comentarios.
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