Los teólogos del Vaticano, después de muchos meses de reflexión han decidido que el limbo no existe y que por tanto las almas de los niños muertos sin bautizar van directamente al paraíso, por lo que al fin se acaba una de las tradiciones seculares que más han atormentado a miles de madres.
Según dice el texto de la Comisión Teológica Internacional del Vaticano "hay bases teológicas y litúrgicas serias para creer que cuando mueren, los bebés no bautizados se salvan".
Desaparece entonces el LIMBO, ese lugar situado a puertas del infierno y del paraíso al que estaban relegados los niños sin uso de razón que morían si haber recibido el sacramento del bautismo.
Se desprende del texto que "Dios es misericordioso y quiere que todos los niños se salven". Y que todo lo fundamentan en "una esperanza piadosa" que en "una certeza probada".
Ya antes de ser nombrado Papa, en 1984 cuando era Cardenal Joseph Ratzinger, se decantaba a favor de abandonar la hipótesis de la existencia del limbo que por cierto significa en latín límite o borde.
El nacimiento del limbo se esbozaba en el siglo V, cuando San Agustín intentó responder al siguiente enigma: "Como el pecado original es eterno, si los niños mueren si haber sido bautizados, ¿donde irían sus almas?, al infierno no, por no hacer nada malo, pero al cielo tampoco por tener el pecado original".
Por fin en el siglo XIII cobró forma el concepto del limbo, sin terminar de cuajar entre los creyentes y convencer a las madres atormentadas que tras perder a un hijo muy pequeño, se quedaban además sin el consuelo de saber que estaba en el paraíso.
El retroceso de la mortalidad infantil y el descenso constante de números de bautizos, era un tema de importancia para la Iglesia católica, que también tiene abierto la lucha por la práctica del aborto.
Esta comisión Teológica Internacional, resolvió tras muchas reflexiones que los bebés van al cielo.
Un enigma más sobre la existencia de los lugares imaginarios que se nos inculcaron desde la fe cristiana.
Lo bueno de la noticia, es el alivio, al saber que una madre ya solo afrontará la muerte de su bebé y no como antes que cargaba además con el destino de su alma.
Hay una nueva revolución teológica, puesta en marcha por el Papa Benedicto XVI, teólogo del sector duro de la Iglesia que desea actualizar la iglesia a la sociedad del siglo XXI pero si perder un ápice de su conservadurismo.
¿Qué nuevos enigmas nos irán desvelando estos teólogos?.
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