Hoy estaba recordando tiempos de niñez en los que pasé mucho calor, tanto calor que nunca los podré olvidar ya que en aquella época en la que tan sólo tenía once años era una pequeña esponja dispuesto a experimentar cualquier nueva situación.
Era el comienzo del verano y mi abuelo como buen pintor aprovechaba la ocasión para hacer sus chapuzas con un amigo y sacar así un dinerito extra que siempre venía muy bien.
- Abuelo yo quiero trabajar
- ¿Para qué? me preguntó y ahora creo que sabiendo sobradamente la respuesta.
- Para tener también dinero extra para el verano, le contesté ilusionado y con la firme convicción de que como era constante en todo lo que hacía me llevaría con él.
Y así fue y en que hora lo hizo, o mejor pensado y recordando aquellos momentos, que gran lección me dio aquel día de tanta calor.
Fui con él pensando en lo que me iba a pagar por mi primer trabajo, sólo pensaba en eso, en tener un dinero mío y ganado con el sudor de mi frente.
Llegamos a una casa que estaba vacía, era muy grande y me metió en una de sus habitaciones, me dio una lija y me dijo con firmeza:
- Comienza a lijar todos los rodapiés.
Y comencé a lijar todos los rodapiés de aquella habitación y así con las cuatro siguientes y hasta conseguir terminar el salón que recuerdo era más grande que mi propia casa, pero cumplí con mi trabajo, reventado, acalorado y muy, muy cansado.
- Trabajo cumplido le dije a mi abuelo y aún recuerdo la paliza que tenía encima y eso que han pasado unas cuantas décadas, el sacó de su bolsillo 100 pesetas (todo un sueldazo para un niño y su época), me las dio y me dijo: - Mañana comenzamos a lijar las puertas.
Como se imaginarán y con once años, no volví a acompañar a mi abuelo en todo el verano, el calor que había pasado en aquella casa vacía me dejó una huella que aún perdura y recuerdo.
Pero todo tiene un sentido educativo, aprendí lo duro que es trabajar y lo poco que se gana con el sudor de la frente, también aprendí que la faena no termina nunca cuando uno entra en el mundo de los adultos y por supuesto empecé a valorar el dinero que se consigue en un día de calor.
Aquellos veinte duros los conservé durante mucho tiempo sin tocarlos, cada vez que los veía recordaba aquella jornada interminable de lija y que hacía tanto calor como el que hemos pasado estos días.
Leía en el periódico con mis hijos una noticia presanferminera y asombrados hablábamos de montar en la Noria que será de las más grandes de Europa para los Sanfermines, pero al final de la noticia se leía que cobrarán entre 5 y 6 euros por viaje.
- Papá, esto es un timo, decía Lucía.
- Jorge asentó también diciendo: La cantidad de cosas que podemos hacer con 6 euros, yo no quiero montar.
Así que como hacía mucha calor, les conté a mis hijos que yo también cuando era pequeño aprendí el valor que tiene el dinero y que me sentía muy orgulloso de ellos por ser como son y saber perfectamente el valor del dinero y hoy quería recordar a mi abuelo porque hace un calor tremendo mirando con orgullo a mis dos alicates.
Un relato -o un recuerdo relatado-, muy esclarecedor. Ya sabemos de sobras que el valor de las cosas, como el valor de los recuerdos, es siempre relativo. Pero gusta a veces -a mí personalmente-, que nos lo recuerden con unas líneas como las que has escrito.
ResponderEliminarUn saludo, desde Sevilla. Escribes bien, logras transmitir lo que sientes, pero vacilas demasiado con las comas, los punto y comas y los puntos. Bueno, no debes hacerme demasiado caso.
Se te entiende, consigues complicidad y es un gustazo leerte.
Saludos desde Sevilla. Volveré.
Muy buen relato. Mira, los que tenemos la cultura del trabajo, sabemos el valor del dinero. Besos.
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato-recuerdo y me encanta que tus hijos sepan el valor del dinero y otra cosita, a Jesús Tadeo Sila, ni caso, lo mismo se cree un académico de la lengua jeje...
ResponderEliminarAbrazo Jose y a tus hijos incluídos,
Ah! se me olvidaba, he vuelto a publicar en Word Press, alguna vez hacerme una visita,
ResponderEliminarLa verdad que hay experiencias que dejan huella... tienes suerte de tener unos hijos que al menos, intentan valorar lo que la mayoría de los chavales de hoy en día ni siquiera se plantean.
ResponderEliminarSigue inculcándole esos valores, es el mejor de los legados.
Saludetes.
Toda una lección sobre la cultura del trabajo. Crecí en una familia parecida a la tuya. Mi madre, estiraba cada céntimo de peseta que caía en sus manos para hacerlo cundir en la compra y el mantenimiento de la casa. Me impregnó con la cultura del ahorro, y me vacunó contra los excesos, que ahora son triste noticia.
ResponderEliminarYo también soy "Sanferminero" de vocación, y no me pierdo un solo encierro esté donde esté. A las ocho menos cinco, estoy escuchando el rezo de los mozos a San Fermín, y rezando con ellos para que sea un encierro limpio.
Saludos, y un abrazo
Valoramos las cosas por lo que cuestan ,no por lo que valen.
ResponderEliminarJesús Tadeo, gracias por tu comentario y llevas parte de razón, te cuento, el problema de comas y puntos y comas llega a causa de que escribo a la velocidad que hablo por ello a veces la pausa es así, que no encaja bien o simplemente que no es necesaria, pero en conversación se entendería a la primera.
ResponderEliminarAdemás he de añadir y no como defensa, ja,ja,ja que pocas veces repaso mis textos y eso habría de mejorarlo pero el tiempo es oro con peques.
Un abrazo y gracias por el comentario.
Norma cuando uno aprende lo que cuesta ganarlo comprende que hay que ser moderado cuando lo gasta.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por tu comentario.
Roscanaria, querida amiga, toda crítica que sea constructiva es bienvenida y sé mis carencias y lo mejor de todo el motivo de porqué las tengo.
ResponderEliminarSí, los hijos van creciendo y aprendiendo muy bien lo que les enseño, a veces comento con la mujer que parezco un agarrado pero no es así, ellos lo saben muy bien; lo que realmente no me gusta es malgastar.
Un abrazo agradecido y ya pasaré a leerte, o mejor como siempre te añado a mis RSS y así no me pierdo nada.
Un abrazo con beso incluido.
Alundra, tengo un amigo que me contaba que a sus hijas les obligaba a colocar siempre todos los cubiertos y vasos de la mesa en su correcta posición y que siempre le decían que hacer en casa eso es una tontería. Hoy tienen buenos trabajos y vinculados con la hostelería y cada día le agradecen a su padre aquellas manías con los cubiertos.
ResponderEliminarLa educación se consigue con los valores, luego llega el estudio y todo lo demás, pero sin valores de nada vale el estudio y todo lo demás.
Un abrazo y gracias por el comentario.
Rodericus y que felices éramos, yo recuerdo una niñez formidable con mi equipo de fútbol hecho con chapas de cerveza, hasta tuve un equipo ciclista con el que me pasaba unas tardes la mar de entretenidas, más barato imposible.
ResponderEliminarAhora todos los niños tienen un juguete y a la hora y media están ya cansados de él y a la semana queda postrado en un rincón....
Un abrazo Sanferminero y yo ya no corro no vaya a ser que que me pille el toro, uno va pa mayor, ja,ja,ja.
Antorelo, muy cierto y además tenemos que aprender a disfrutarlas por lo que son y no por lo que costaron...otra lección que aún estoy en ella con los niños....ya os contaré.
ResponderEliminarUn abrazo agradecido.
Hola amigo Senovilla,me encantó tu relato porqué es similar a mis comienzos que fueron a los doce. Ahí, pedí permiso a mi padre para comenzar a trabajar,justamente como ayudante en la construcción y reciclaje de casas,con lo que aprendí a hacerlas. Claro que en mi caso continué,y continué.Se crece rápido cuando se trabaja y estudia de noche,debo haber sido un extraterrestre porque el trabajo siempre me gustó,sin dejar de lado la diversión jajaja. Eso se lo trasmitimos a nuestros hijos, y nos alegra porqué les va bien.
ResponderEliminarUn abrazo desde mi Argentina.
Es un placer leer entradas como esta. Saludos.
ResponderEliminarMigue gracias por tu visita y compartir también la experiencia, yo tomé diferentes rumbos, entre ellos el de vendedor...pero eso es otra gran historia que contaré algún día.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Gracias Fafli, el placer es mutuo, te dejo un abrazo muy grande.
ResponderEliminarEra la cultura del esfuerzo amigo Senovilla y del ganaras el pan con el sudor de tu frente, algo que, al menos por estas tierras, se perdió mucho en los pasados años de bonanzas y buen vivir. Imagina que en este mi pueblo manchego los chavales abandonaban los estudios para irse a realizar trabajos sin cualificación en las cerámicas, en las que trabajaban horas a destajo para ganar un buen sueldo. Ahora, cuando todo se ha al carajo vagan, tristemente, sin oficio ni beneficio. Por ello es bueno hacer entender a nuestros infantes, que en el esfuerzo y no en lo fácil está el premio oculto, como en los huevos Kinder. Un abrazo y figúrese buen amigo si usted está pasando calor en su norteña tierra como habremos de estar en esta Mancha manchega tan proxima a Andalucía. Achicharraos Senovilla, achicharraos.....
ResponderEliminarPrácticamente no te das cuenta de las cosas, hasta que no eres tu mismo el responsable de ellas.
ResponderEliminarPor ello, se valoran tan poco las cosas que dia a dia hay en nuestra sociedad porque como consideramos a otro responsable de ellas, nosotros ni nos paramos a pensar en ello.
bonito texto
Algún trabajillo de esos me tocó con mi padre y descubrí la suerte que tenía por poder tener vacaciones en las que era más importante jugar con los amigos que tener unos duros para ir al futbolín. ¡Qué suerte tienes con tus retoños, qué bien educados están ¡¡¡SEIS EUROS POR MONTAR EN UNA NORIA!!! ¿ESTÁN LOCOS?
ResponderEliminarSalu2
Muy bonita tu vivencia. Y el valor del dinero, el que tiene poco le da mas valor.
ResponderEliminarUn abrazo y besos a Jorge y lucia
Muy bonita tu vivencia. Y el valor del dinero, el que tiene poco le da mas valor.
ResponderEliminarUn abrazo y besos a Jorge y lucia